miércoles, 5 de abril de 2017

Una segunda opinión sobre la contribución de Francisco Louçá. Sorpresa y desacuerdo. Sigue la ignorancia de los movimientos sociales


Hace unos días me referí al debate abierto en "Espacio Público" con una ponencia de Francisco Louça sobre Europa y su actual crisis. Su trabajo y mis primeros comentarios se encuentran en: 


Recientemente en el mismo espacio se ha publicado sus comentarios a las diversas intervenciones que se han producido al respecto: Comentarios de Fracisco Louça

Incorporo a continuación mis consideraciones a esta segunda contribución de Francisco Louça:



Sobre la respuesta de Francisco Louça:
Sorpresa y desacuerdo.
Sigue la ignorancia de los movimientos sociales



Me ha sorprendido la nueva aportación al debate de Francisco Louça respondiendo a las intervenciones producidas a partir de la suya inicial. Sorpresa y desacuerdo por el método, por el tono y por su contenido. Me parece un mal método referirse a las diversas aportaciones recogiendo de muchas de ellas sólo un párrafo, o una frase, y, a partir de ello, sin intentar entender su sentido, polemizar con adjetivos como “prueba de sectarismo”. En esta segunda entrega Louça desarrolla su planteamiento contrario a las diversas opciones de “más Europa” centrándolo en su apuesta por los “Estados nación”.

Por mi parte mantengo las objeciones ya formuladas en mis anteriores notas porque entiendo que se orienta antes y ahora solamente a lo que considera que deberían plantear las organizaciones políticas sintetizadas como “la izquierda”, sin ni siquiera apuntar al papel autónomo de los movimientos sociales a los que parece considerar parte de esa izquierda, subordinados de hecho a las opciones políticas de la misma.

Remitiéndome por ello a mi primera aportación, sólo quiero subrayar que la profundización de la apuesta por los “Estados nación” incrementa los nacionalismos, acentúa la división de los movimientos sociales, particularmente de la clase trabajadora, no solamente entre los de los diversos Estados europeos, sino de hecho en el interior de éstos. Así lo entiendo en la medida que la actual clase trabajadora de cada uno de ellos tiene una tan heterogénea composición que tal planteamiento podría llevar a la expulsión de la acción social colectiva, necesariamente solidaria, a partes importantes de la misma, entre ellas la que proviene de las migraciones más recientes, los refugiados, …

Sin abordar seriamente los intereses comunes y los contradictorios de la clase, para a partir de ellos establecer la síntesis de los coincidentes o confluentes y el gobierno de los contradictorios, difícilmente puede entenderse la “lucha popular” a la que se refiere de pasada y sin más precisiones en su texto.

Quizás una de las claves para entender su propuesta sea precisamente su falta de profundización en los diversos contenidos de los movimientos sociales, pues se refiere como a un todo a las “comunidades nacionales … atravesadas por luchas sociales”. Su preconizada profundización de los “Estados nación” entiendo que difícilmente casa con “las cooperaciones más allá de las fronteras en objetivos comunes”.

Considero imprescindible analizar cuáles pueden ser estos objetivos comunes, lo que no hace ni apunta Francisco Louça, asumiendo que los intereses de los diversos colectivos sociales no son homogéneos en su interior ni idénticos entre ellos, ni resultan necesariamente coincidentes de forma espontánea, pudiendo primar lo contradictorio si resulta más inmediato desde los diversos ámbitos de sus relaciones sociales: en el trabajo (y en él en las diversas variantes del empleo y su precariedad, de la formación y niveles profesionales, de su ubicación en las cadenas productivas, …), en la vivienda, en el medioambiente, …

No considerarlo puede precisamente fomentar, en lugar de combatir, la “desagregación … (de los) movimientos obreros y populares”, “misión” que Louça atribuye a la “contraofensiva neoliberal”, pero a lo que se puede contribuir con planteamientos como los suyos. Al mismo tiempo parece considerar a tales “movimientos” como un totum revolutum, en lugar de asumir sus diversos y específicos intereses cuya síntesis en torno a los comunes exige un serio esfuerzo “de la izquierda”, de las organizaciones políticas (con la condición de que entiendan su función como “partido dirigente” y no como “partido dominante”), pero en primer lugar de los propios movimientos sociales desde su necesaria unidad y autonomía.

Las viejas fórmulas probablemente de poco sirven, tampoco estimular la imaginación de unos pocos, aunque quizás algo ayudaría si saben proyectarla. Lo esencial sería impulsar la capacidad de elaboración colectiva de los movimientos sociales.

Un segundo artículo, el de Francisco Louça, que en lugar de aproximar los análisis para contribuir a la necesaria movilización de progreso frente a la evidente crisis de la entidad europea, evidencia la confusión y dificultad de “la izquierda”, o de las izquierdas, para encontrar una respuesta con capacidad de movilización y posibilidades de victoria. Espero, desearía, que este debate contribuyera al avance en este sentido.

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