viernes, 30 de marzo de 2012

SINDICATO Y POLÍTICA – VIII

Siguen las conversaciones con Carlos Mejía y José Luis López Bulla, iniciadas en torno a la “Autoreforma” del sindicalismo latinoamericano

 

A partir de las últimas aportaciones de ambos compañeros (http://lopezbulla.blogspot.com.es/2012/03/sindicato-y-politica-continuacion-del.html y http://www.sindicalistas.net/2012/03/sigue-la-conversa-con-isidor-boix-y.html ) creo que vamos derivando hacia un planteamiento más global de la problemática que plantea la relación entre sindicalismo y política. Hemos situado ya tres fórmulas para esa relación: “dependencia”, “interdependencia” y “complementariedad”, ésta última formulada por el amigo Carlos en sus últimas consideraciones.

Desde la evidencia de la relación entre sindicalismo y política como expresiones de acción social colectiva, me parece útil afinar en los matices que las diferencian. En mi última aportación a estas conversaciones apuntaba mi idea sobre la diferencia entre “dependencia” e “interdependencia”: “Considero ésta como una relación mutua desde la igualdad, de recíproca influencia entre sindicalismo y política, mientras que la ‘dependencia’ significa una relación de subordinación en uno u otro sentido.”

Por otra parte el concepto de “complementariedad” apunta en mi opinión a una mutua necesidad. Y estaría de acuerdo si se establece entre “sindicalismo” y “política”, pero menos entre “sindicato” y “partido”. Comisiones Obreras somos un ejemplo de sindicato que no precisa de un partido como referente, por tanto de un sindicalismo que no necesita de un “partido obrero”, de un “partido guía” como han afirmado tener en general los sindicatos ligados a los partidos comunistas y muchos de los vinculados a los partidos socialdemócratas. Y, al mismo tiempo, CCOO somos un sindicato que sí hace política (1) , que sí interviene en la política, que no tiene miedo a que se califique de “política” su acción, saliendo así además al paso de esta cultura, tan negativa en mi opinión, de considerar como peyorativa la calificación como “políticas” de determinadas propuestas o actitudes, que incluso provienen de partidos políticos. La complementariedad en este caso sería entre la acción sindical y la acción política, integrando también ésta como posible componente de aquella.

Desde la positiva complementariedad de sindicalismo y política reivindico la mutua “independencia”, que desde el sindicalismo español hemos venido formulando más bien como “autonomía”, quizás asumiendo sin expresarla tal complementariedad.

No comparto sin embargo la idea de necesaria complementariedad entre partido y sindicato porque apunta a una relación de mutua necesidad, como formas organizadas entre las que se establecerían por ello inevitables lazos de dependencia en uno u otro sentido.

Carlos Mejía me acusa (como polemizante, no como fiscal) de considerar el efecto político de transformación social de la acción sindical como “inconsciente o no deseado”. Pues no es ésta mi concepción, y no creo que pueda deducirse tal idea de mi formulación. Solamente he señalado, y lo reitero, que entiendo las consecuencias transformadoras de la acción sindical resultantes precisamente del carácter de “clase” del sindicalismo y de la incidencia política de su acción social colectiva, como expresión de los intereses del colectivo de los asalariados, sin necesidad de anteponerle objetivos políticos programáticos previos, ni guías externos. En nuestras “Conversaciones en Colomers” recién publicadas y presentadas, José Luis apunta posibles derivas de espontaneísmo en mis planteamientos (3). No pretendo polemizar ahora con la atribución de tal calificativo, sino reiterar mi idea de que hoy la acción organizada de la clase trabajadora debe arrancar de la elaboración, desde el propio sindicato, de sus objetivos colectivos, “sin reyes ni tribunos”, ni internos ni externos. Ello no impide que en este proceso los sindicalistas con concepciones políticas, militantes o no de organizaciones políticas, hagan sus propuestas en base a tales concepciones, ni se contrapone a que sindicalistas, dirigentes sindicales, sean a la vez militantes y dirigentes de partidos políticos.

Seguramente la mejor defensa frente a situaciones de dependencia radique en la efectiva democracia en la vida interna del sindicalismo, tanto para la definición de objetivos colectivos como de formas de acción, también en la elección de los órganos de dirección a todos los niveles. Sé que no es fácil evitar la manipulación en uno u otro ámbito y a ello deberían contribuir las normas internas, aunque podría resultar más eficaz la positiva tensión interna, el nivel de efectiva participación de los afiliados, de los militantes.

Desde esta perspectiva considero que a ello puede contribuir una norma de incompatibilidades, por lo que me parece interesante abordar el tema también desde las observaciones de José Luis y sus referencias a nuestras opiniones en 1976. Las mías efectivamente se enmarcaban en lo que era mi concepción leninista desde los postulados del eurocomunismo (2) . Hoy mis propuestas concretas, y las consideraciones que las sustentan, son distintas, precisamente como resultado de la experiencia de la acción de las organizaciones políticas que se reclaman de la clase obrera, por lo que entiendo conveniente regular tales incompatibilidades en las organizaciones sindicales.

Quisiera sin embargo volver sobre la complementariedad para afirmar que no entiendo en absoluto incompatibles la acción sindical y la militancia política en una misma persona, ni incluso tampoco el desempeñar funciones de responsabilidad y/o representatividad en ambas. Seguramente éstas deberían ser solamente incompatibles en niveles o ámbitos que pudieran inducirle a aplicar decisiones tomadas en órganos de dirección del partido en su acción sindical violentando la necesaria democracia participativa en el sindicato.

Todo ello me parece de interés precisamente ahora, cuando a lo largo del Siglo XX han fracasado en sus políticas concretas, sobre todo cuando han ejercido el gobierno absoluto, los diversos postulados ideológicos autodefinidos como expresión de los intereses de la clase trabajadora, particularmente los que han preconizado la “dictadura del proletariado”.

En todo caso, y para acercarnos de nuevo a Latinoamérica y al origen de nuestras “conversaciones”, me parecería muy útil un riguroso análisis de las experiencias de la relación entre sindicalismo y política, entre partido y sindicato, en países como Argentina, México y Brasil, y también Cuba, Perú y Colombia, en relación con los cuales tengo algunas ideas por experiencias directas vividas, pero que me gustaría conocer más profundamente. El próximo Congreso de la CSA y la vocación de “autoreforma” del sindicalismo latinoamericano van sin duda a aportar elementos de gran interés.


(1) Un buen ejemplo, estos días, es la Huelga General de ayer, 29 de marzo, que es efectivamente una huelga “política”, legítimamente política, porque confronta con la política económica y las reformas legislativas promovidas por el Gobierno Rajoy

(2) Esto sería otro interesante debate del que precisamente estos días algo hemos recuperado a propósito del librito sobre nuestras “Conversaciones en Colomers”, editado por Comisiones Obreras de Catalunya y relativas a los debates, “inconclusos” o “abortados” en los años 70 del siglo pasado en el PCE, en el PSUC y en CCOO, sobre la construcción del sindicalismo unitario y el papel de la acción obrera en la última etapa del franquismo, en el camino hacia la democracia en España

(3) Me refiero ciertamente, como señala José Luis, a nuestros debates de los años 70

sábado, 17 de marzo de 2012

Conversando sobre la “Autoreforma sindical” - V - Bienvenida al amigo José Luis López Bulla terciando. La democracia como antídoto a las dependencias

Quiero en primer lugar saludar la incorporación de José Luis a estas conversaciones, que iniciamos Carlos Mejía y yo, por dos razones. En primer lugar por la dilatada, intensa y extensa, y autorizada, experiencia de José Luis en temas sindicales. Y en segundo por haberlas acogido en su acreditado y prolífico blog, que se ha convertido en un referente en medio mundo, quizás más incluso.

En su primera entrada a estas conversaciones (más que debate) sobre la “autoreforma sindical” incorpora José Luis un tema clave en mi opinión: la democracia, la democracia como antídoto a las dependencias, me atrevería a apostillar. A ello quiero referirme en esta quinta entrega.

Antes, una observación sobre “dependencias” e “interdependencia”. Considero ésta como una relación mutua desde la igualdad, de recíproca influencia entre sindicalismo y política, mientras que la “dependencia” significaría más bien una relación de subordinación en uno u otro sentido.

Volviendo a la democracia como instrumento esencial de la autonomía o independencia, en la medida que supone la dependencia del propio colectivo por parte de sus órganos de representación y dirección. Democracia como forma de relación interna, y en un doble sentido también, ya que no supone solamente que los grupos dirigentes, de gobierno, pregunten, sino que además dirijan, orienten, con capacidad para auscultar el resultado de su gestión. Y para ello será necesaria no sólo la voluntad de hacerlo, la capacidad para hacerlo bien. Serán necesarias también normas, como apunta José Luis. Algunas de tales normas pueden referirse, por ejemplo en los estatutos de nuestra Confederación de Comisiones Obreras, al régimen de incompatibilidades entre los órganos de dirección y de responsabilidad del sindicato respecto de los políticos, de los partidos e institucionales.

Seguramente es útil añadir que el ejercicio democrático en toda organización supone la combinación de las normas adecuadas con una voluntad no sólo de cumplirlas formalmente sino de asumir sus objetivos. Voluntad en los órganos de dirección y voluntad también en el conjunto del colectivo.

Plantea José Luis una interesante reflexión sobre el tema referido también a los procesos de negociación colectiva, tanto en la elaboración de las plataformas como en la firma de los posibles acuerdos. Yo añadiría que considerándolo casi más importante en la propia elaboración de la plataforma, es necesario que este ejercicio democrático, de relación entre la dirección y el colectivo, debe también desarrollarse a lo largo de todo el proceso de negociación. Y de nuevo los contenidos pueden ser más importantes que la propia fórmula de resolución final, como puede ser un referéndum. Algunos ejemplos interesantes en este sentido aparecen en la historia del sindicalismo italiano.

Y otra consideración aún. Pueden haber dos niveles de democracia. La interna de la organización y la de la relación de ésta con el colectivo al que pretende organizar, lo que es particularmente importante en el sindicalismo. De hecho, esto plantea el problema, otro y muy interesante, del propio concepto de organización "de vanguardia" y el sentido de ésta, o de organización "de masas" y su necesaria diferenciación,  pero ello podría ser objeto del posterior desarrollo de esta conversación a 3 bandas.

Lo escrito hasta ahora, las 4 primeras entregas, se puede seguir a través de la última de José Luis al respecto:




OTROSI: al ir a colgar estas notas en mi blog veo que José Luis ha incorporado ya al suyo un “borrador” de su intervención en la prevista próxima presentación, el 26 de marzo, de otras conversaciones, “Conversaciones en Colomers”, que sobre la transición sindical y política en España abordamos con nuestro amigo Carles Navales, que nos dejó en 2011, y coordinados por Javier Tebar:



En realidad se trata de algo bastante relacionado con estas conversaciones de 2012 porque arrancaba del eterno tema de sindicalismo y política. Pero también muy distinto. Para complementar las consideraciones de José Luis, algunas notas: el quehacer diario de la política y el sindicalismo se orientaba en primer lugar a la constitución de ”espacios de libertad” en el marco de unas instituciones formalmente fascistas y al ejercicio de derechos conquistados día a día; el instrumento del “Congreso Sindical Constituyente” se pensaba como proceso para crear el “Sindicato unitario”, que emanaba de los centros de trabajo (1 delegado por cada 10.000 trabajadores, no por x afiliados), y no precisaba de una “ruptura” previa, sino que sería una contribución a la misma; hablábamos de “Huelga General” , pero le añadíamos “Política”, porque tenía que ser elemento clave para esa ruptura, con el protagonismo determinante de la clase trabajadora, y estímulo, definitivo, para la “Huelga Nacional Pacífica” como “revolución democrática” de toma del poder. De todo ello hablamos en Colomers, en el libro queda registrado, y algo comentaremos el 26 de marzo.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Respuesta al compañero Carlos Mejía sobre la "Autoreforma" sindical y la interdependencia entre sindicalisnmo y política

En su blog el compañero Carlos Mejía, dirigente de la CGTP peruana, responde (http://www.sindicalistas.net/2012/03/sobre-la-autoreforma-sindical-la.html)  a mi artículo (http://iboix.blogspot.com/2012/02/la-autoreforma-en-el-sindicalismo.html)  sobre la autoreforma que se ha planteado el sindicalismo latinoamericano y que, como método y objetivo, seguramente sería una buena propuesta para el sindicalismo global.

Responde Carlos particularmente a mi afirmación de que considero como principal problema del sindicalismo latinoamericano su “dependencia de la política”, entendiendo que tal dependencia se manifiesta de forma distinta en los diversos países y en una doble dirección: del sindicalismo respecto de la política y de ésta respecto de aquel.

Entiendo que más allá de si existe o no “dependencia” y el concepto de la misma, puede ser de interés profundizar en la evidente, inevitable, y no necesariamente negativa, relación entre ambos, para luego corregir, superar, sus posibles, y quizás inevitables, consecuencias negativas. Por ello voy a plantearlo en términos de “interdependencia” para ayudarnos a discutir sobre esta relación y para, al mismo tiempo, superar las “dependencias” en uno u otro sentido.

Señala Carlos diversas situaciones que entiende avalan su desacuerdo con mi tesis sobre la negativa dependencia. Coincido con prácticamente todas sus observaciones aunque en mi opinión apuntan más bien a carencias que deberíamos superar, sin resolver sus causas. Por ejemplo su dura crítica a la ORIT, que esencialmente comparto, tiene el principal defecto en mi opinión de formularla de forma unilateral, en la medida que es en buena parte expresión de la “guerra fría” y debería por ello ir acompañada de una consideración similar al sectarismo contrario, también evidente, aunque es ciertamente éste el que recibió brutales agresiones de las dictaduras latinoamericanas apoyadas por la CIA, en ocasiones con la complicidad de la ORIT. Pero ser víctima no garantiza tener razón, lo que deberíamos recordar en las demasiadas veces que se plantea esta cuestión. Por suerte hoy la Confederación Sindical de las Américas, la CSA, con el apoyo de la Confederación Sindical Internacional, la CSI, está jugando un importante papel para superar esta negativa historia y avanzar hacia la unidad del sindicalismo americano a partir de su decidida voluntad de hacer algo esencial: sindicalismo de clase, es decir del colectivo de la clase trabajadora. Con una apostilla: el concepto de “clase”, que considero característica esencial del sindicalismo, tiene en si mismo un carácter claramente corporativo al expresar la existencia de un colectivo social con lógicamente intereses colectivos como tal y cuya definición y reivindicación desde el propio sindicalismo constituye uno de sus rasgos esenciales, más allá de los intentos de definirlos desde otros colectivos autoerigidos en vanguardia del mismo.

Pero no es mi objetivo, y estoy convencido que tampoco el de Carlos, pasar cuentas a la historia, sino partir de ésta para intentar entenderla, no olvidando sus posibles lecciones, para avanzar en el objetivo de construir el sindicalismo global que necesitamos.

Para ello considero como cuestión esencial en la relación entre sindicalismo y política, entre sindicato y partido, profundizar en las características de estas dos formas de organización y acción colectiva. Porque la naturaleza del sindicato como “organización de intereses” de un colectivo, la clase trabajadora, le diferencia profundamente del partido como colectivo organizado en torno a un proyecto ideológico, a unas propuestas “políticas” que tienen como objetivo alcanzar el apoyo mayoritario de la sociedad, de una sociedad interclasista, aunque en su planteamiento se parta de los supuestos intereses de una parte de ésta, de la clase trabajadora por parte de los partidos que se reclaman de la misma.

La relación partido-sindicato, sindicato-partido, podría ser conceptualmente distinta según se pretenda la construcción democrática o revolucionaria del futuro . Y es ahí también donde debe integrarse la reflexión sobre la necesaria “acción política” del sindicalismo. Una acción que en mi opinión debe partir de los intereses concretos del colectivo de la clase en cada momento y no de la estrategia del partido, incluso de la del partido que puede haber jugado o esté jugando un papel determinante en el impulso de la actividad sindical. En una vieja, aunque quizás aún de interés, discusión nuestra en los años 70, sobre el “eurocomunismo” diferenciábamos entre “partido dirigente” y “partido dominante”, con el concepto de “dirección” (por parte de los que apostábamos por la ruptura con el estalinismo) como aportación de ideas, de propuestas, de estímulo de la discusión, y a la vez mediante el impulso de la más amplia democracia de masas, sin prácticas conspirativas internas.

Es desde esta perspectiva que quiero recuperar otra faceta de este debate: considero que el sindicalismo no debe plantearse la transformación de la sociedad desde un proyecto de futuro, desde la utopía, sino que debe contribuir, contribuye, a su efectiva transformación a partir del planteamiento, y la acción, de defensa de los intereses y reivindicaciones en cada momento de un colectivo tan importante en nuestras sociedades como es la clase trabajadora, el colectivo de los asalariados.

Y hablando de sindicalismo global, me permito recuperar una de mis referencias, como es la necesidad de considerar cuál es el colectivo, y cuales sus intereses, en los diversos ámbitos en que deberíamos considerar la clase trabajadora con los colectivos de la misma que en cada uno se constituyen. Porque no es lo mismo el ámbito nacional que el regional-continental, o el mundial. Las evidentemente heterogéneas condiciones de trabajo, salariales y otras, generan necesariamente distintas consecuencias. Serán distintos los intereses inmediatos que derivan de su distinta ubicación en las cadenas de producción de las multinacionales. Pero precisamente por estas diferencias es necesario saber encontrar, establecer, los intereses comunes en los diversos ámbitos para, en torno a ellos, concretar las reivindicaciones comunes, integradoras, movilizadoras, en cada ámbito. Porque son éstas las que posibilitan una movilización unitaria y solidaria en dicho ámbito.

No es éste aún un tema resuelto, aunque en Europa hemos empezado a comprobar las consecuencias de su indefinición. Hemos desarrollado bastantes “jornadas de acción europeas”, pero han sido más bien jornadas de acciones nacionales coordinadas, coincidentes en una fecha, con escasa conciencia de movilización unitaria europea, pues para ella, y para que sea eficaz, son necesarios interlocutores europeos, interlocutores empresariales e institucionales con los que negociar acuerdos en el ámbito en el que se plantean los objetivos, objetivos europeos. La historia sindical nos enseña que las movilizaciones conscientes en un determinado ámbito acaban por contribuir a la creación de interlocutores en dicho ámbito. Por ello precisamente conviene subrayar que por importantes que hayan sido las “euromanifestaciones”, no pueden ser, como han sido hasta ahora, la más elevada expresión de la movilización sindical europea. No se ha asumido aún de forma clara en el sindicalismo europeo la necesidad de avanzar hacia nuevas y más claras formas de acción sindical europea aunque la crisis está demostrando que en la política económica de cada país lo determinante es la política económica europea que decide la “troika”. El reciente artículo conjunto de los Secretarios Generales de los sindicatos españoles, franceses, italianos, belgas y alemán algo avanza en este sentido.

Volviendo a las consideraciones de Carlos Mejía, no estoy muy seguro de que las experiencias que nos cita de relación entre sindicato y partido sean tan positivas. Argentina (CGT y peronismo), Méjico (CTM y PRI) o Brasil (CUT y PT), apuntan ciertamente a experiencias de un interés indudable, y muy distintas entre sí, en torno a las cuales me gustaría conocer las reflexiones de sus propios protagonistas y su incidencia en las condiciones de vida de los trabajadores de cada país y en posibles procesos de transformación social y de profundización democrática. Reconozco sin embargo que, en su diversidad, tales experiencias me suscitan ciertas dudas. No comparto en cambio su consideración de que en Europa el problema radique en la “distancia entre el sindicato y los partidos de izquierda” como una causa de la supuesta realidad de que “los trabajadores en Europa votan a la derecha”. Interesantes a tal efecto serían las experiencias de los procesos de autonomía sindical respecto de los partidos de referencia, y el examen de las tensiones que han comportado o comportan, como sería el de CCOO respecto de las organizaciones comunistas, o el de la UGT respecto del PSOE, así como en Francia, Alemania o Gran Bretaña. Éste sería ciertamente otro debate de interés, aunque no tan alejado del latinoamericano sobre la autoreforma.

Una observación en relación con las lógicas tensiones entre sindicato y partidos, aún cuando éstos se consideren “hermanos” y tengan incluso raíces comunes en su historia. En una sociedad democrática me parece inevitable, y además lógico y saludable, que cuando llega al gobierno el partido al que de una u otra forma apoya el sindicato, se produzcan tensiones entre ambos. Y ello debe ser así entre otras razones, o como razón esencial, porque el gobierno debe atender a intereses comunes que resultan de la síntesis de los de los diversos colectivos que integran la sociedad (de una sociedad, como todas las que la historia de la humanidad conoce hasta ahora, interclasista), mientras que el sindicato debe defender los intereses de la clase trabajadora, que, aunque mayoritaria, no puede pretender monopolizar el gobierno del país.

Algo de esto hemos vivido en España con los gobiernos del PSOE, experiencias similares se han visto en Europa (Gran Bretaña, Alemania, Italia, …) y estoy convencido que algo en este sentido han vivido, y están viviendo, en Latinoamérica las relaciones sindicato-partido en los países democráticos en los que partidos de izquierdas han llegado al poder. Una cuestión que subraya la necesaria, aunque no fácil, autonomía mutua de partido y sindicato, de sindicalismo y política de gobierno. Me atrevería a afirmar que los gobiernos de izquierdas necesitan la tensión con los sindicatos para avanzar en sus propuestas de progreso y para que, desde la recíproca autonomía, ambos puedan desempeñar a fondo sus cometidos.

Conviene por todo ello seguir con interés el desarrollo del debate latinoamericano sobre su autoreforma, así como las iniciativas sindicales que de él resulten, porque se trata no sólo de la construcción del sindicalismo en esta importante región mundial, sino, sobre todo, porque supone una parte esencial en la construcción del sindicalismo global.

Y, también, porque podría constituir una positiva referencia para el revulsivo que necesita sin duda el sindicalismo europeo y que podríamos también reivindicar como nuestra “autoreforma”.

Termino estas notas agradeciendo de nuevo al amigo y compañero Carlos Mejía mantener abierta la puerta del diálogo, de la polémica, sin miedos y sin anatemas, porque se trata de un tema en el que todos estamos interesados y para el que todos hemos de reconocer que no tenemos, porque probablemente no exista, la fórmula que nos resuelva las dudas. Y, desde las dudas, hagamos el esfuerzo de profundizar en los temas que de ellas derivan. En todo caso creo que hemos avanzado ya en algo, y es en el planteamiento del problema, lo que no deja de ser una imprescindible condición para resolverlo.

lunes, 12 de marzo de 2012

REPSOL: por primera vez la opinión sindical en la Memoria de la empresa

Desde hace algunos años los sindicatos FITEQA-CCOO y FITAG-UGT participamos con la dirección empresarial (RSC y Relaciones Laborales) en el Grupo de Trabajo sobre Responsabilidad Social. Este año, por primera vez en Repsol y en las empresas de nuestros ámbitos sindicales, se ha incorporado nuestra  opinión y nuestras propuestas sobre RSC en el Informe empresarial de 2011. El texto de nuestra opinión se encuentra en la Memoria 2011 de Repsol, en:

http://repsol.webfg.com/memoria2011/downloads/pdf/es/ConsideracionesSindicalesalIRCRepsol2011.pdf

viernes, 2 de marzo de 2012

Respuesta a José Luis López Bulla sobre las "Fusiones de Federaciones Sindicales"

Le agradezco al amigo José Luis su provocación (http://lopezbulla.blogspot.com/2012/03/esas-absurdas-fusiones-de-federaciones.html) porque aborda problemas reales, para los que podemos tener planteamientos, seguramente de interés, e incluso acertados, pero pocas soluciones.

Empezaré por afirmar que yo no sería tan contrario a posibles fusiones sindicales en el ámbito de la industria. Incluso del “auto” con el “textil”, si tenemos en cuenta la aportación de materiales textiles en el producto final del automóvil, pero, sobre todo, si consideramos los problemas de organización del trabajo, de salarios, competitividad y productividad, flexibilidad, multinacionales y sus cadenas de producción, …, que se plantean de forma cada vez más igual en todos los sectores de la actividad productiva. Sólo que ello no justifica cualquier fusión, o absorción, de estructuras sindicales con largas y diferenciadas historias, culturas sindicales, modelos de negociación colectiva, heterogéneas realidades en las estructuras industriales, … Y cuando la fusión viene empujada por necesidades de supervivencia material de alguna de tales estructuras, el resultado puede ser peor.

Acierta José Luis al señalar que no se avanza en el documento de marras en lo que debería ser un modelo de negociación colectiva europea. Es más, creo que esta carencia tiene una expresión también en algo que puede parecer lejano: el modelo de órganos de dirección.

El proyecto de resolución política del Congreso Constituyente, a celebrar en Bruselas el 16 de mayo, aborda el tema de la negociación colectiva europea solamente en el ámbito de los posibles Acuerdos Marco de empresas multinacionales. Ya es algo, porque hasta ahora solamente hemos sido capaces de establecer una coordinación de negociaciones colectivas nacionales (con expresa oposición del sindicalismo nórdico a la “negociación europea”), de posibles reivindicaciones “comunes” (y con miedo a plantear como tales el paquete de derechos básicos sindicales, con el posible “salario mínimo europeo” entre ellas), y de un diálogo social europeo que no va más allá de una interlocución sobre algunos temas sin pretensión ni posibilidades de alcanzar “acuerdos marco” sobre las relaciones laborales europeas sectoriales o generales.

Es decir, estamos aún, en un mundo aceleradamente globalizado, en la etapa de los intereses corporativos de país, fomentando de hecho el nacionalismo sindical, dificultando la acción común en torno a intereses comunes. Por ello será significativa la suerte que corra la enmienda que hemos presentado FI-CCOO y FITEQA-CCOO sobre la necesidad de establecer en cada ámbito (y uno de ellos es el europeo) movilizaciones conscientemente comunes en torno a reivindicaciones comunes en defensa de intereses también conscientemente comunes, con el objetivo de promover una negociación que de respuesta común en dicho ámbito. Y no sólo unas movilizaciones nacionales, más o menos coordinadas en algunos casos, es decir algo un poco distinto a las dispersas y heterogéneas movilizaciones que hemos vivido desde Grecia hasta Alemania y los Países Nórdicos, pasando por Portugal, Francia, Italia, España, ...

Antes comenté que ello no está del todo desligado de la constitución de los órganos de dirección. Estatutariamente se establece una composición con cuotas territoriales, y no en función de proyectos de acción sindical en torno a los intereses comunes, por lo que en realidad más que órganos de “dirección sindical” estamos configurando órganos de “coordinación”. Y estamos empujando a que cada cual busque que su región tenga más, para que su país esté presente, presuponiendo que sus propios intereses sólo están garantizados si tiene un representante directo.

Cuando he comentado que la democracia que parece a veces operar es la de “un €uro un voto” me he permitido añadir que en mi opinión el problema de éstos y otros órganos de dirección no es tanto que el Presidente y el Secretario General sean alemanes sino que éstos, en el ejercicio de sus funciones sindicales supranacionales, no se olviden que lo son.

Pronto volveré sobre temas similares en relación con el también en marcha proceso de fusión a nivel internacional.  Y luego comentaremos el desarrollo del Congreso de fusión europeo y del internacional.

jueves, 1 de marzo de 2012

Sobre el proceso constituyente de la nueva Federación Europea de Trabajadores de la Industria (EIWF)

El próximo 16 de mayo culminará en Bruselas el proceso constituyente de la nueva Federación sindical europea que surge de la fusión de las del metal, de la química-minería-energía y del textil-confección-piel y que incluirá un conjunto de estructuras sindicales muy heterogéneas en el conjunto de países europeos.

Un proceso que no ha sido fácil y con un resultado incierto, tanto en las relaciones internas de poder como en las definiciones, objetivos e iniciativas de acción sindical.

A ello se refiere el informe de FITEQA-CCOO que se encuentra en: 

http://www.fiteqa.ccoo.es/comunes/recursos/29/1198891-Proceso_conastituyente.pdf

Como complemento al mismo, el borrador de la "Resolución política" al que se hace referencia y que se presenta para su aprobación al Congreso de Bruseslas, se encuentra en: